¿Y no tres, cuatro o cinco o seis..? La pregunta no es necia o capciosa. Tampoco tiene que ver con la sicología y el tema de los roles y las preferencias sexuales. Es un asunto meramente biológico, y que abarca a todas las especies en las que hay hembras y machos.

Se sabe hace mucho que la existencia de dos sexos permite recombinar genes distintos, creando distintos individuos, lo suficientemente iguales para que se reproduzcan y lo suficientemente distintos para que los factores que atenten contra la vida de uno no necesariamente atenten contra otro.

Si no existieran los sexos, los hijos serían clones o gemelos de los padres. En esa sociedad sin sexo, todos serían biológicamente exactamente iguales. Todos tendrían las mismas debilidades y todos tendrían las mismas fortalezas. Una sola enfermedad podría acabar con todos.

Gracias a los sexos, los genes se recombinan de múltiples maneras y crean individuos distintos de sus padres y de sus hermanos. Una enfermedad probablemente mate a muchos de ellos, pero habrá quienes sean lo suficientemente distintos para sobrevivir y pasar sus genes a la siguiente generación, haciendo al grupo más fuerte o adaptado.

La ventaja evolutiva de la recombinación gracias a la existencia de dos sexos queda demostrada, pero entonces surge una pregunta muy válida. Si la recombinación es un valor evolutivo, ¿por qué no existen más sexos? A más sexos, más recombinación, más diferencias entre los individuos, más probabilidades de sobrevivir ante los cambios del entorno. ¿Por qué solo machos y hembras?

Lo que ha sido un misterio de la biología por décadas, comienza por fin a aclararse. Un equipo de investigadores de la University College London ha señalado que la respuesta tiene que ver con mantener la eficiencia en la generación de energía celular. Durante la reproducción sexual los machos sólo pasan los genes que existen en el núcleo de sus células, lo que en el caso de la mayoría de especies, incluyendo a la humana, corresponde a la cabeza del espermatozoide.

Las hembras, en cambio, aportan en el óvulo todos los componentes celulares a sus hijos, incluyendo algo que no está en el núcleo: las mitocondrias, las pequeñas e indispensables fábricas de energía de cada célula.

El equipo de investigadores encontró que si solo uno de los padres pasaba sus genes mitocondriales y nucleares a la vez (caso de las hembras), sería más "fácil" la interacción entre estos dos conjuntos de datos ya que habrían evolucionado juntos por muchas generaciones. No ocurría así en el caso que los machos también aportaran sus mitocondrias.

Esto habría favorecido la evolución de sólo dos sexos, siendo que la hembra pasaría sus propias mitocondrias a su progenie. Si las células hijas recibieran dos tipos de mitocondrias el genoma nuclear no trabajaría tan eficientemente y por lo tanto el organismo sería menos saludable. Por ello, la herencia de un sólo padre de genes mitocondriales (de la hembra) provoca una ventaja, ventaja que permite que los organismos se desarrollen y que a su vez puedan tener descendencia para seguir manteniendo a la especie.

Este proceso de seleccion de ventajas evolutivas es la base de la teoría de Charles Darwin: la selección natural. Dado que la aparicion de dos sexos fue más ventajosa que la aparición de tres o cuatro o cinco ésta se expandió en los diferentes linajes celulares y a través de miles de millones de años de evolución resultando en la division entre machos y hembras que nos es tan familiar ahora.

El trabajo fue publicado esta semana en la revista de Biología de la Real Sociedad de Londres (Inglaterra).

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Resumen del artículo científico original

Nota de Physorg

Traducción, edición y resumen de Pedro Romero (@quipupe) para Sophimanía