¿Cómo sería un mundo sin el concepto de lo dulce? Así es para los gatos, cuyos genes para detectar azúcar en contacto con la lengua están desactivados. Igual ocurre con las nutrias de Asia, las hienas manchadas, los leones marinos y los delfines. En la Universidad de Zurich, el investigador Peihua Jiang ha descubierto que una gran variedad de animales carnívoros están impedidos genética de saborear los azúcares.

Estos dos genes, el Tas1r2 y Tas1r3, son los responsables de nuestro gusto por lo dulce. Se codifican dos proteínas que se combinan para formar un sensor, que nuestros puntos de sabor detectan como moléculas de azúcar. En 2005, Xia Li y José Marca mostraron que todos los felinos, desde gatitos domésticos a los tigres salvajes, llevan a una versión inútil de Tas1r2.

Con el tiempo, se ha entendido por qué muchas mutaciones se han convertido en "chatarra genética". Se trata de un 'pseudogen' que no produce proteínas. Ello sugiere que los ancestros de los carnívoros tenían un gen que se deterioró de forma independiente en diferentes ramas del árbol evolutivo.

De hecho, varios carnívoros cuentan con el gen de Tas1r2, incluido el perro, el hurón y el oso panda gigante, el oso de anteojos y el lobo rojo. A diferencia de los parientes del gato, estas especies pueden comer alimentos diferentes a la carne.

Estudios como estos nos recuerdan cómo la evolución es "rápida" en echar por la borda las habilidades que los seres vivos ya no necesitan. Pero también nos recuerdan que sólo estamos descubriendo el mundo a través de un ojo de la "cerradura sensorial".

Información de Discovermagazine. Versión, edición y traducción de Sophimanía

Artículo original y completo (en inglés) aquí