Toda democracia se basa en un electorado de pensadores críticos. Sin embargo, estamos acostumbrados a que la educación formal nos induzca a ser memoristas (quiénes fueron los catorce incas, en qué año se descubrió América, etc) y no se dedique a enseñar a los jóvenes cómo formular el tipo de preguntas que permitan tomar decisiones informadas.

Irónicamente, los museos y otras instituciones de aprendizaje informal terminan siendo lugares más propicios a enseñar el pensamiento crítico que las escuelas. Por ejemplo, el museo "Exploratorium" en San Francisco, dirigido por Dennis M. Bartels, ha estudiado recientemente cómo afecta a la calidad de la investigación científica, el aprender a hacerse buenas preguntas.

Se encontró que cuando se enseña a hacer preguntas del tipo "¿Qué pasa si?" (interrogantes que ninguno de los presentes sabe la respuesta), se incentiva a la exploración; lo cual, se traduce en una mejor investigación científica, que incluya más experimentos para dar una mejor interpretación a los resultados.

De hecho, esta forma de ¨hacer nacer¨ el pensamiento crítico no es tan nueva. Los científicos cognitivos John D. Bransford y Daniel L. Schwartz, junto a la Universidad de Vanderbilt, descubrieron hace más de una década que la diferencia entre un grupo distinguido de jóvenes, de un grupo de niños, no era la capacidad de retener hechos o aplicar el conocimientoque aprendemos previamente a una nueva situación. ¿Cuál era, entonces? La diferencia estaba en lo que llamaron "preparación para el aprendizaje futuro".

Los investigadores juntaron dos grupos: estudiantes de quinto grado y estudiantes universitarios. Les pidieron crear un plan para proteger a laságuilas calvas de la extinción. Sorprendentemente, los dos grupos propusieron planes de calidad similar.  Pero los investigadores quisieron llegar más profundo. Le pidieron a ambos grupos que plantearan preguntas acerca de temas importantes necesarios para crear planes de recuperación de las águilas calvas. Aquí es donde se encontraron las grandes diferencias.

Mientras los estudiantes universitarios se centraron en temas críticos de la interdependencia entre las águilas y su hábitat (¿Qué tipo deecosistema alberga a las águilas? ¿Qué tipos de especialistas necesitamos para las diferentes áreas de recuperación?), los estudiantes de quinto grado tendieron a centrarse sólo en las características individuales de las águilas (¿De que tamaño son? ¿Qué es lo que comen?). Estos estudiantes universitarios lograron cultivar la capacidad de hacerse preguntas, piedra angular del pensamiento crítico. Habían aprendido cómo aprender.

Este tipo de aprendizaje, felizmente, no se limita a los museos e instituciones. Uno de los mejores ejemplo es el programa "The Daily Show with Jon Stewart" (una serie cómica que parodia a los programas de noticias). Este programa, según Bartels, intenta re introducir la idea de que nuestro aprendizaje es más rico cuando cometemos errores.

A diferencia de la escuela tradicional, los entornos de aprendizaje informal toleran mejor el equivocarse. Tal vez, muchos profesores tienen poco tiempo como para dejar que los estudiantes formulen y busquen respuestas a sus propias preguntas. Pero las personas deben adquirir el pensamiento crítico en alguna parte. Nuestra sociedad depende de que las personas tomen decisiones informadas sobre problemas como las necesidades y demandas de la energía mundial. Para ello, se hacen urgentes e imprescindibles políticas educativas que incluyan el pensamiento crítico como modelo de educación.

Información de Scientific American. Versión, edición y traducción de Sophimanía.

Artículo original y completo (en inglés) aquí.