Una avioneta con enfermos pudo despegar gracias a cientos de vehículos que iluminaron la pista
Eran las 8:30 de la noche y tres heridos de gravedad necesitaban ser evacuados vía aérea en un aeródromo que suele funcionar sólo de día porque no tienen instalaciones de iluminación para vuelos nocturnos. Cuatro horas antes, Melita Murrieta Valles de 31 años, ingresaba al centro de salud de ESSALUD para dar a luz, en un parto que se complicó poniendo en riesgo las vidas de la madre y el recién nacido. El Dr. Teddy García Aranda, entonces, ordenó que ambos fueran evacuados de emergencia en un intento por salvar sus vidas.
Pero había dos problemas: a las seis de la tarde se cierran las operaciones para salidas de avioneta en Pucallpa y ni siquiera había una nave-ambulancia. Entonces alguien recordó que en el hangar del aeródromo de Contamana, Región Loreto en la selva peruana (a 128 kilómetros de la ciudad de Pucallpa) reposaba la avioneta de la empresa North American. Los familiares de los pacientes abordaron al piloto Otto France Martínez para pedirle salir en la nave, quien no se hizo de rogar por el contrario ofreció su colaboración, relata el corresponsal del diario La Región, Rodolfo Lovo Tello.
Mientras esto ocurría, llegaba del pueblo loretano de Orellana un joven de 17 años, Samuel Tamani Sinaragua, con síntomas de leptospirosis sin posibilidad de tratamiento en el Centro de Salud de Contamana, que carece de las medicinas adecuadas. Su vida también dependía de ser evacuado. Ya eran tres las personas que dependían de ese vuelo. Pero aunque el piloto ya había accedido, quedaba un problema más - y no menos urgente - por sortear: la luz. Fue entonces que la radio local FEROZ comenzó a hacer un llamado a los conductores de mototaxis de la zona. Las mototaxis son motocicletas con un asiento para 2, techado, y es un vehículo de transporte muy común en zonas de la selva peruana.
Treinta minutos después, ocurría el milagro: trescientos mototaxistas acudieron a la convocatoria solidaria y con las luces encendidas de sus motos, alineadas a cada lado de la pista de 800 metros, permitieron que la avioneta despegara con sus tres pacientes graves, en medio de emocionados aplausos.
Lo que quedó tras la partida de la nave, fue la satisfacción de ayudar a otros en momentos de necesidad, la manifestación de la empatía humana en su expresión máxima. Un hálito de fe y esperanza en que no todo siempre es tan malo y tan feo.
Información de Diario Región. Versión y edición de Sophimanía.
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